Música para animales

Probablemente habréis leído en la web o en otro medio acerca del efecto que la música produce en los animales, especialmente en nuestras mascotas. Incluso puede que algunos de vosotros tengáis en vuestros hogares una colección de música con la que apaciguar a vuestro perro, pongamos por caso. A medida que la sensibilidad de los humanos por el resto de animales avanza - lentamente y rodeada de peligros -, la preocupación por el bienestar del resto de especies es objeto de estudios e iniciativas sociales. El efecto de la música en las emociones animales no es una excepción. Pero, ¿pueden los animales apreciar nuestra música, aunque sea de manera parcial? A primera vista, la música implica cultura. La cultura implica civilización, y la civilización implica un cerebro lo suficientemente avanzado para procesar la complejidad de la música, dado que ésta requiere de un gran número de conexiones neuronales, de hecho la percepción musical es un proceso muy complejo que involucra a varias áreas cerebrales y que, como he citado, es producto de la cultura milenaria del ser humano. Así que, en un principio es difícil asegurar que un perro, por ejemplo, sea capaz de apreciar, siquiera vagamente, una obra musical. Por otro lado, sabemos que ciertos mamíferos acuáticos como las ballenas y los delfines interpretan su propia música en forma de largas y complejas canciones, tan extrañas y atonales como cabría esperar de la música de una especie distinta. Es un asunto polémico que puede parecer frívolo o carente de interés, pero tiene implicaciones a tener en cuenta.

La rama científica que estudia esta cuestión, entre otras, se llama zoosemiótica. Desde hace más o menos un siglo se sabe que los animales perciben la música como algo más que un ruido ininteligible, cuando en el Zoo de Nueva York se realizaron los primeros estudios. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Colorado, dirigido por la psicóloga y veterinaria Lori Kogan, demostró que los perros responden emocionalmente a diferentes estilos de música. En un experimento que se prolongó durante cuatro meses, en un refugio para perros se puso música de diferentes estilos y se grabaron las reacciones caninas. La música clásica demostró ser un excelente sedante para estos animales, en tanto que el heavy metal producía en los animales un estado de nerviosismo y agitación. 

Las implicaciones prácticas son importantes, por ejemplo, se abre la posibilidad de mejorar la calidad de vida de los perros en estos establecimientos. En este concepto se basa la Universidad Queen's de Belfast. Sus estudios se dirigen a mejorar el bienestar de los animales. De nuevo la música clásica se perfiló como la favorita para inducir a la tranquilidad a los perros, pero también a los orangutanes y a los elefantes. También se descubrió que el jazz era particularmente efectivo con los gatos. Basándose en estos estudios, el músico Félix Pando adaptó conocidas obras clásicas, introduciendo sonidos con frecuencias que perros y gatos encuentran relajantes, junto con sonidos naturales, como el canto de los pájaros, con interesantes resultados (aunque mi gato prefiere a David Bowie para relajarse).


Otro aspecto práctico que los científicos han investigado está relacionado con las vacas y su producción de leche. La Universidad de Leiscester, en un estudio dirigido por los psicólogos Adrian North y Liam MacKenzie, descubrieron que las vacas aumentaban su producción de leche en cinco litros al día si escuchaban la Sinfonía Pastoral de Beethoven y otros clásicos, como Mozart (no me extraña, con la Pastoral hasta yo mismo produzco más leche). Llegaron a la conclusión que el patrón determinante era un ritmo de 100 a 120 beats por minuto, si bien no es una regla absoluta, ya que Bridge over troubled water, de Simon and Garfunkel, es un tema lento que produce el mismo resultado. Y en algunos países, como Chile, relajan a las cerdas gestantes con valses de Johann Strauss, después de un estudio realizado por la Universidad Mayor de Santiago de Chile. En definitiva, la música clásica ayuda a los animales porque les relaja.

Sin embargo, el psicólogo Charles Snowdon, de la Universidad de Wisconsin, con ayuda del compositor David Teie, dio un paso más y se propuso analizar qué componentes y características debería tener la música creada específicamente para los animales, sin limitarse a poner un disco de la Deustche Grammophon. Según su investigación, cada especie animal debe tener su propia música, ya que los animales escuchan diferentes frecuencias, y por tanto cada frecuencia debe estar presente en la música de la especie de que se trate. Por ejemplo, y de acuerdo con sus estudios, los gatos prefieren música escrita especialmente para ellos a la música humana, y será muy apreciada si contiene sonidos cuyas notas sean dos octavas más altas que la frecuencia media de una voz humana (335 Hz.), y una octava más alta que la frecuencia media de una voz gatuna, en piezas musicales que tengan una frecuencia promedio de 1,34 Khz. David Teie compuso algunos hits entre la audiencia gatuna, podéis escuchar muestras aquí.




 David Teie - Music for Cats



Comentarios

  1. Qué curioso, jajaja. Eso sí, tu gato tiene buen gusto ;)

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