¿Está depreciada la Música?


Hace un rato estaba dando una vuelta por feisbuk mientras esperaba el segundo plato del menú, y un amigo, compositor y productor, se quejaba con pena de que todo el esfuerzo que supone publicar un puñado de canciones - a saber, composición, arreglos, mezcla, colaboraciones, correos electrónicos y un sinfín de cosas más a lo largo de horas y horas de intenso trabajo - se veía recompensado con unos pocos "plays" en la plataforma donde tiene ubicado su trabajo. Comprendo su desilusión. Lo malo, o mejor dicho, lo peor, es que este hombre se pregunta si su música merece la pena, si su música es realmente buena. También comprendo este sentimiento. Mientras me tomaba el segundo plato del menú reflexionaba sobre esto... los huevos fritos ayudan al pensar. En los comentarios de feisbuk a su publicación añadimos unas cuantas opiniones, muchas coincidentes con las mías, que voy a ampliar aquí.

Hoy en día, todo el mundo tiene un estudio en casa. Todo el mundo está produciendo millones de canciones, bandas sonoras, folklore, cuartetos, jingles, etc. Yo mismo contribuyo añadiendo mis propias creaciones... Ya que la música es un bien, inmaterial en su concepto pero material en su soporte, se podría pensar que está depreciada: si las piedras fueran de oro, el oro valdría lo que una piedra. Es un  razonamiento lógico. Sin embargo, aquí hay que hacer un matiz, ya que una obra musical tiene un valor por sí misma, independiente del resto de obras musicales ya que también es un bien inmaterial. El Preludio a la siesta de un fauno es una maravilla, aunque lo metas en un cajón con otro millón de preludios. Creo, más bien, que el problema está en la difusión y, aún más en concreto, en los filtros por los que esa música distribuida tiene que pasar (si los hay) hasta llegar al consumidor final.

Antes de la llegada de Internet y el acceso masivo a la información, la música que podía escucharse estaba en las tiendas de discos, en la radio y televisión, los conciertos, y poco más. Si querías algo nuevo, tenías que hacerlo tú mismo. No había más. La música, entonces, era un bien escaso, comparado con lo de hoy. En la actualidad, harían falta muchas vidas para escuchar toda la música disponible que hay en la red en un momento dado. De un tiempo a esta parte, son las plataformas digitales las que ofrecen la mayor parte del contenido. Las descargas legales e ilegales han decaído, ya que tenemos acceso a cualquier canción en nuestros propios teléfonos móviles o laptops, ya no se habla de piratería apenas. Pero el músico común sigue igual de pobre, permitidme la expresión, por lo que creo que la descarga no era precisamente el problema.

De entrada, a las plataformas musicales no les importa si tu música es buena o mala, lo que quieren es tráfico. No hay un baremo artístico, no hay un productor que piense "voy a poner este álbum en las estanterías de una tienda, el espacio es limitado, por tanto debe ser el mejor producto". No hay nada de eso. (De algún modo, se puede decir que las estanterías eran las guardianas de la calidad musical). ¿Has escrito una nueva canción? ¡Cuelgala! No te preocupes por el resultado, aquí hay sitio para todos. Bien, eso en sí mismo no es malo, hasta tiene su parte positiva, desde luego. Pero, al no haber filtros apenas, entra todo. Hace ya bastantes años, había plataformas - las primeras - en las que se requería un mínimo de calidad para poder ver tus obras expuestas. Y así, hemos llegado a un número incontable de canciones, a una galaxia de notas musicales, inabarcable, inconcebible.


Otra parte de esta cuestión es, por supuesto, los avances tecnológicos. El panorama musical actual está dominado opresivamente por lo digital (tengo un compañero de trabajo, Pedro, que es además un excelente bajista, que opina que la guitarra eléctrica es un instrumento obsoleto. Tal vez no le falte razón, las ventas globales de Fender y Gibson podrían dar fe de ello). Hace años, la edición y composición de música electrónica a nivel profesional estaba reservada a artistas muy capaces y experimentados, ya que la tecnología de entonces sólo ofrecía soluciones difíciles y tediosas. Hoy, la enorme multitud de soportes y aparatos ha simplificado la tarea. Simples barridos electrónicos con samplers asignados, la creación musical llevada a la simplicidad extrema. Otra vez aquí tengo que puntualizar que me parece maravilloso tener estos aparatos al alcance de la mano de cualquiera, pues la música es pasión y diversión. Sin embargo, a mi modo de ver, la Música es, en buena medida, un proceso artesano. No me refiero a hacer música con vihuelas hechas a mano (que también), sino a que una obra, si se quiere crear con un nivel de calidad, tiene que construirse desde sus componentes básicos: notas, armonías, compás; y se requieren años de trabajo y estudio, ningún genio lo es sin sacrificio. Sé que habrá quien no esté de acuerdo conmigo, pero una canción hecha de ladrillos prefabricados no puede tener calidad intrínseca. Será vendible, nada más. Pero no quiero apartarme del tema (el asunto de la calidad en la música, pasada y presente, daría para unos cuantos artículos más).

Así que no te preocupes, Pepe, a tu música no le pasa nada. Tu música es elegante, evocadora y muy bien producida. El problema es que somos muchos... ¡miles! Y la gente ya no tiene tiempo para escuchar. Y pasan de largo, por encima de nuestras canciones que van empedrando el camino hacia la decadencia, cientos de miles, millones. Y en este enorme galimatías que hemos creado no hay quien se oriente. Quizá todo se arreglase con unos estrictos filtros de calidad. Sólo pasa el bueno. Mira, seguramente mi música no pasaría el filtro y quedaría fuera, pero tendría otras compensaciones. Y siempre podría machacar a mi familia y amigos con mis mierdas. Es un consuelo.



                         Walter Murphy and the Big Apple Band - A Fifth of Beethoven (1.976)



Imagen Cassette: Victoria Borodinova

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